ALMUERZO PITUFO

En el comedor la impaciencia fue incrementando hasta que la algarabía fue total. Sansalayne llevaba mucho retraso con la comida, y si hay algo que los pitufos no puedan tolerar es que la comida no esté a la hora. Así no hay manera de pitufar nada (viva la ambigüedad XD).

El Pitufo Curioso entró corriendo en la cantina y exclamó mientras intentaba tomar aire:

-La Pitufa Pastelera no está en su cocina.

-¿No está pitufando la comida? –preguntó Pitufo Filósofo. –Eso no está bien, es su cometido. Hay que informar a Papá Pitufo.

-¿No hay comida? Pues me pitufo de sueño –dijo Lauerys empezando a bostezar.

-Quizás esté en el bosque pitufando nuevos ingredientes para sus pasteles –dijo pitufo Soñador imaginando pasteles de distintos y riquísimos ingredientes.

-De eso nada, Pitufa Pastelera jamás se iría a recolectar mientras está en la cocina pitufando –respondió pitufo Goloso. –Vamos a ver qué pasa, que me pitufo de hambre.

Todos los pitufos se dirigieron a la cocina de Sansalayne, pero no se encontraba allí, tal y como el Pitufo Curioso había dicho.

-¿No os huele raro? –dijo Agus olfateando. –Pifufa a quemado.

-¡El horno sigue pitufado! –exclamó Samatha.

Todos los pitufos se quedaron parados sin saber qué hacer. Se mascaba la tragedia pero nadie se atrevía a comprobarlo. Finalmente se acercó MrLann al horno, pues sus viajes le habían otorgado cierto valor, y abrió el horno para encontrarse con los restos quemados de la Pitufa Pastelera.

-¡Esto es indignante! –gritó enfadadísimo Pitufo Goloso. -¿Y ahora quién nos va a pitufar pasteles?

-Hay que pitufar al responsable de esto y pitufarle con la misma moneda, con la comida no se pitufa –dijo Papá Pitufo. -¿Alguien ha pitufado algo sospechoso?

Los pitufos empezaron a gritar de nuevo, esta vez para lanzarse acusaciones unos a otros. Tal fue el caos que se originó, en parte debido a que aún no habían comido, que al final Papá Pitufo se subió a un taburete y pidió calma:

-Ya basta, pitufos míos. Sólo hay una manera de pitufar esto: el que tenga restos de pastel o de limón va directo al horno, como le pitufó a Sansalayne. Será a prueba de que estuvo aquí pitufando con ella y, por lo tanto, es culpable.

Entonces todos empezaron a señalar a Agus quien, efectivamente, y sin saber cómo habían llegado allí, tenía restos de pastel y limón en sus calzones blancos. Los pitufos lo levantaron en volandas y lo arrojaron al horno.

Más tarde, los pitufos empezaron a echar de menos a su Pitufo Poeta por lo que decidieron pasar el resto del día hablando en verso para rendirle homenaje.


Gargamel reía eufórico:

-¡Jajajaja! Mi plan va viento en popa. Ya se están destruyendo entre ellos. Dentro de poco desaparecerán para siempre esos asquerosos enanos azules.

Azrael lo miró desde donde se encontraba relamiéndose. Ya se había zampado a uno que había sido expulsado del poblado. Quizás tendría que hacer otra visita por los alrededores por si se encontraba con otro extraviado, pero ahora mismo sólo tenía a su alcance el guiso de su amo. Gargamel le propinó un puntapié para que se apartara de la marmita y continuó hablando para sí mismo:

-Es una pena que se hayan deshecho tan rápido de mi incendiario, pero aún me quedan dos pitufos siguiendo mis órdenes. Quién me iba a decir que precisamente esos dos enanos serían tan eficaces… ¡Jejeje!

Azrael salió de la ermita y se dirigió hacia el lugar donde había encontrado al otro pitufo. Estaba harto de las patadas de su amo y, si no cazaba por su cuenta, poco iba a comer.


Gerold se encontraba en su consulta intentando arreglarse él mismo sus dientes, cuando alguien llamó a la puerta.

-¿Quién pitufa a estas horas? –preguntó con la boca medio dormida por la anestesia.

-Hola, Gerold, soy tu pitufo favoritoooo –respondió una risueña voz desde fuera.

Gerold abrió la puerta y exclamó:

-¡Ah, vaya, eres tú! Tú a tu aire como siempre. ¿Qué se te ha pitufado por aquí?

-Pues pitufaría una limpieza bucal. Siempre he pitufado con tener la sonrisa de George Cluny…

-Para eso haría falta algo más que una limpieza bucal –le espetó Gerold malhumorado por las horas y porque aún no había podido arreglarse su propia boca. –Ale, pitúfate en aquella butaca.

El pitufo se dirigió hacia allí. No tardó en llegar Gerold con todo el material preparado para la operación.

-Oye, Gerold, ¿qué es esto? –preguntó el visitante sosteniendo un curioso utensilio.

-Eso es un torno dental –respondió Gerold con vaguedad. –Sirve para pitufar piezas dentales.

-Ah… ¿y lo estabas pitufando contigo mismo?

-Pues sí… No hay más dentistas por aquí, así que alguien tenía que pitufármelo.

-Por eso no te pitufes, pitufo, ya te pitufo yo –dijo el visitante incorporándose de repente.

Gerold no tuvo tiempo de reacción. El pitufo le introdujo el torno en la boca hasta el fondo de la garganta, perforando todo a su paso. Gerold murió entre convulsiones y sin haber reparado sus dientes.

Si no se indica lo contrario, el contenido de esta página se ofrece bajo Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 License